¿Sabíais que pasamos entre un 30-50% de nuestro tiempo divagando? ¿Que sin darnos cuenta nos distraemos y estamos absortos en un flujo de pensamiento interno no relacionado con estímulos externos? Pasamos tanto tiempo así que incluso se ha llegado a decir que es el estado por defecto de nuestro cerebro.
Resulta que por una parte esta divagación interna es importante para razonar, planificar y aprender, además se relaciona con encontrar soluciones más creativas a problemas.Por el otro lado, este estado de ausencia implica perder el foco de atención y tiene un coste emocional. Porque vivir con la atención puesta en el presente se relaciona con un mayor bienestar. Mientras que el contenido de las divagaciones internas correlaciona con problemas que tenemos por resolver. Y se ha visto que incluso cuando pensamos en cosas agradables estamos menos contentos que cuando pensamos en lo que estamos haciendo.
Personalmente, me molesta perder el foco de atención, y me gusta parar un momento y poner toda mi atención en el presente. Pero también me gusta soltar mi mente. A que se pasee por lugares remotos, que vuele y viva sus aventuras. Especialmente cuando mi cuerpo está en movimiento. En la piscina por ejemplo es donde me invento las mejores recetas. Como esta. Que lo tiene todo.
Se trata de un plato muy colorido que une todo tipo de texturas, además de la divina trinidad del sabor dulce-ácido-salado. El radicchio además aporta un punto amargo, pero con los otros gustos queda muy balanceado. La podéis preparar en 10-15 minutos - y usar el hermoso wok de Skeppshult del que me enamoré a primera vista, o en su falta, en una sartén. Es una receta perfecta para esta -la mejor- época del año: hace calor pero no demasiado, todo está verde y los mosquitos no han llegado. Así que a disfrutar las horas de luz y a la vuelta preparar rápidamente esta receta fácil, sana y vegana, pero muy sabrosa y resultona.
Wok de hierro fundido Skeppshult
Para el salteado:
Para servir:
Wok de hierro fundido Skeppshult
Nota: también se puede añadir quinoa al final para hacer el plato aún más sustancial.
Recuerdo lo poco que me atraían los calamares en su tinta cuando era una jovenzuela y lo sorprendida que me quedé cuando me decidí a catarlos por primera vez. Me gustó tantísimo que juré y perjuré recuperar el tiempo perdido y cocinarlos y comerlos tan a menudo como me fuera posible. Afortunadamente este clásico de la cocina española es facilísimo de preparar y solo se necesitan un puñado de ingredientes básicos, así que es una receta al alcance de todos.